La mayoría de las personas que comen disfrutando una copa de vino han escuchado que “pescados y mariscos se comen acompañados de vino blanco y las carnes con vino tinto”. Sin embargo, lo cierto es que la clave para esto se encuentra en elegir un vino que no le quite protagonismo a los alimentos que se están consumiendo, por lo que también se deben de tener en cuenta el tipo de marisco y de pescado, así como la preparación de los mismos.
Lo primero que se necesita para tener una comida deliciosa es comprar marisco congelado de calidad y acompañarlo evitando tintos que tengan mucho cuerpo, evitando que el vino pueda anular el sabor de los alimentos, pero lo cierto es que en muchas ocasiones probar mariscos y pescados con un tinto joven o un tinto rosado puede entregar un resultado bastante bueno.
En el caso de los crustáceos, mariscos y moluscos, estos van muy bien con vinos blancos, sobre todo en el caso de preparaciones sencillas y puras en las que se conserva el sabor de los alimentos.
Debemos de tener en cuenta que entre más fuerte sea el sabor del pescado (o entre mayor sea su porcentaje de grasa), tiene mayores posibilidades de maridaje. Asimismo, los pescados semigrasos que tienen carne firma (como bacalao, mero o rape) maridarán muy bien con un tinto joven y ligero, o incluso con un rosado cítrico y fresco. Incluso alimentos como el pulpo quedan muy bien con un tinto joven.
En el caso de los pescados que son más grasos, normalmente los pescados azules (como el pez espada, la caballa, el bonito y el atún) quedan muy bien con los vinos rosados y frutales. Respecto a los pescados melosos y blancos, estos pueden ir acompañados con vinos con cuerpo fermentado en barrica durante 6 meses.
Podemos decir que sucede lo mismo con los pesados salados que tengan un sabor fuerte (como las sardinas y las anchoas), los cuales quedan muy bien acompañados de espumosos.